Vivimos en una cultura del descarte, donde los compromisos son como pompas de jabón que se las lleva el viento, somos influenciados por lo que aprendemos en la tv, revistas o vemos en el ejemplo de los demás ó en los consejos de un amigo que fracasó en su matrimonio. Pocas veces vemos programas que difundan o promuevan la unión de la pareja, el diálogo o el perdón, porque quizás lo correcto es aburrido, mientras lo prohibido, lo difícil o escondido es entretenido.
Podemos deducir por qué hay una alta tasa de divorcios y separaciones de las parejas, que conlleva a dolorosas consecuencias en estos hogares fracturados de familias disfuncionales donde el consumo de drogas, el adulterio, la ira, el enojo, la intolerancia pueden ser una de las salidas al dolor de vivir en esa relación. Una sociedad que por falta de conocimiento, información, y aprendizaje de cómo crecer espiritualmente, y los ejercicios adecuados, no lucha por salvar su matrimonio, más fácil es descartar la relación sin importar quienes son arrastrados.
Nosotros (Max y Geraldine) fuimos parte de esa alarmante cifra de la cultura del descarte. Luego de 15 años de matrimonio, nos divorciamos, para luego de cinco volvernos a casar, que solo un acto de la providencia de Dios pudo reconciliar a esta pareja, después de haber transitado el mismo infierno del divorcio, y haber experimentado el milagro de Dios para restaurar nuestra relación. Emprendimos la aventura de ayudar a otras parejas, por medio de nuestro testimonio y la experiencia adquirida en estudios realizados, investigaciones y aprendizaje para poder vivir esta segunda oportunidad con calidad de matrimonio.
Nuestro voluntariado es trabajar con parejas en crisis, donde se producen roces, desacuerdos, malentendidos, enojo, frustración hemos podido corroborar que el 90% de los problemas matrimoniales tiene solución y que el problema principal radica en la falta de perdón, motivo por el cual ahora estamos dictando un ciclo de conferencias gratuitas sobre cómo ejercitar, conceder y pedir perdón en el matrimonio, una ardua tarea que tiene como objetivo fomentar valores y principios espirituales desde el núcleo familiar sostenido por el matrimonio, apostolado que hacemos con mi esposo, con mucho gusto, después de haber obtenido amplia reparación y sanación en nuestro hogar.